Siempre he tenido gran facilidad para hacer el ridículo bailando. No sólo se me da bien, sino que lo disfruto. No se bailar, no me gusta y al parecer tengo dos pies izquierdos, pero si hay que hacer el ridículo ahí estoy, ¡apuntada! Ahora tengo un nuevo propósito para avergonzar a mis amigos y acompañantes: quiero bailar como James Brown
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