Cuando comparamos al primer y al tercer mundo, el último siempre sale perdiendo. Sin embargo, después de unos días en casa empiezo a recordar algunos privilegios de vivir en una sociedad medianamente atrasada: cuando vas al supermercado hay una muchachito que empaca tus cosas, no como las cajeras del Aldi que te atacan y te gritan para que te des prisa. El metro cuesta 2 pesos, el equivalente a 1/6 parte de los que cuesta en Barcelona, pero es más folklórico, además de que existe un vagón solo para mujeres y puedes adquirir una gran cantidad de bienes y servicios mientras viajas. A diferencia de los bocadillos españoles, las tortas tienen más sustancia, aguacate, chilitos, y otras delicias que aportan mayor contenido calórico. Finalmente, de las cosas que más extrañaba son los piropos callejeros y que el chofer del autobus te deje sentarte en el lugar del copiloto, ¡sólo por ser la más sabrosa!
1 comentario:
De acuerdo con tu comentario, asumo que JAMÁS te han dejado sentarte en el lugar del copiloto... puesto que dudo bastante que alguna vez hayas sido la más sabrosa del micro... aunque, ahora que lo pienso, con tu operación del busto quedaste bastante bien. Bienvenida al tercer mundo... el mejor de todos, jaja! Es bueno tenerte de vuelta La Gallo.
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