Ayer meditando durante la clase de yoga, reflexioné sobre algo: nunca he podido tocarme los pies sin doblar las rodillas. No creo que se deba a la falta de flexibilidad, por que puedo adoptar posturas que requieren ser de goma, sin embargo mis pies siempre se han mantenido alejados de mis manos.
Las únicas hipótesis que quedan entonces son a) que mis piernas son más largas que la cuaresma, como diría mi mamá, pero mi tronco es muy corto al igual que mis brazos, o b) que mis pies son tan feos que el resto del cuerpo se niega a tocarlos, es decir, inconscientemente, me dan miedo.
1 comentario:
Camila, no mamar, se trata de atraer, no de ahuyentar lectores.
Con Carino,
Aline
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