También descubrí que me molestan enormemente, casi hasta las lágrimas, los conductores de autobús. Manejan más de 8 horas al día y aun así lo hacen mal. Mi amable conductor del día de hoy cometió todas las infracciones imaginables: sentido contrario, exceso de velocidad, cambio de ruta, un copiloto que le gritaba obsenidades a las muchachas y todo eso mientras el conductor hablaba por teléfono. Hacia tiempo que no tenía tanto miedo.
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