20 agosto, 2009

El horno no está para bollos

Hay gente que no merece salir del subdesarrollo. No digo esto por que me sienta superior o por que tenga ninguna autoridad moral para decidir sobre el destino de los mexicanos, pero hay algunos, que por sí mismos explican el desastre en el que esta sumido el nuestro país y del que probablemente nunca saldrá.

Pondré algunos ejemplos:

- El otro día salí del Ministry of Silly Walks, llovía torrencialmente, el cielo negro y poco esperanzador. Estuve cerca de 15 minutos esperando un taxi y cuando me subí y le dije al taxista a donde iba (a menos de 3 kilómetros de distancia) el taxista me dijo: bajese que no voy para allá! Ante la situación pensé y se lo dije: ¿entonces por qué demonios me hizo la parada? ¿Debo ir a donde usted quiera o a donde yo quiero?

- Las tintorerías y zapaterías son ejemplo típico de la mala calidad en el servicio. ¿Por qué siempre te dicen que tus zapatos o tu ropa va a estar para un día, si en realidad van a estar listos 4 días después? ¿No sería mejor que te dijeran la fecha real de entrega y así nos evitarían muchos disgustos?

- Un niño menesteroso nos pidió limosna a la Nilbis, al Osito y a mí cuando íbamos en el coche. No teníamos cambio, sólo una moneda de dos pesos. Se la dimos, y el mísero infante respondió: ¡Puuuuuuta maaaaaaadre! Y se fue muy enojado. ¿Por qué pide limosna si no esta dispuesto a recibir lo que le dan?

Con estas actitudes nunca, repito nunca, saldremos del maíz podrido. La situación no está como para que la gente se de el lujo de perder clientes…

1 comentario:

Gabriela/undies dijo...

Me recordó una vez que un viejecillo jodido y encorvado nos pedía limosna cuando íbamos en el coche, no se quitaba de la ventana hasta que le dieras algo, esa era su molesta estrategia. Mi amiga no tenía nada de cambio más que dos monedas de 50 centavos (yo ni busqué en mi cartera porque tengo la filosofía de no regalar dinero jamás) y se las dio al viejo este, quien las vio de cerca para ver de cuánto eran y ¡las aventó de regreso!, luego siguió su camino a molestar al coche de atrás. Nunca había tenido tantas ganas de faltarle el respeto a un anciano.

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