El viernes sobreviví al peor dolor de cabeza de mi vida. Antes de automedicarme pensé en llamarle a mi mami para consultarla. Luego reflexioné.
Mi santa madre, es médico cirujano, madre de siete criaturitas, una mujer trabajadora, altruista, señora de su casa, y medio sostén de su amplia prole. Así de admirable y eternamente ocupada, la buena mujer nunca dedico más de 5 minutos a las consultas médicas de su zarracuatera de escuincles. A menos que hubiera sangre, fracturas expuestas o quemaduras de tercer grado, mi madre siempre recetaba lo mismo. La causa del dolor de cabeza, de estomago, dolores muscular, calentura, retortijones o heridas superficiales, siempre era una de dos: hambre o sueño; las curas por consiguiente siempre eran las mismas: comer o dormir.
Con el tiempo dejé de consultar a mi madre y comencé a automedicarme, total si todo era hambre o sueño, y todo se remediaba comiendo y durmiendo, ya para que le preguntaba.
Con más tiempo deje de sentirme mal, y desarrolle un estado de salud extraordinario, reflejado en una constante sensación de bienestar: me convertí en una huevona profesional y tragona por excelencia. Todo se lo debo a mi madre.
Ahora ya no tengo que llamarla, y ante cualquier malestar, como y duermo, y cuando me siento bien también. Si lograra comer mientras duermo, alcanzaría el estado óptimo de salud y bienestar pretendido por todas las doctrinas orientales milenarias.
2 comentarios:
jajajaja. Muy bueno y bueno el remedio también.
Hey... yo quiero consultar a tu madre... ¿crees que me quiera ordenar una incapacidad de una semana en la que me aboque a cumplir con su receta? :)
Abacho,
Rafa
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