23 octubre, 2007

Ca-carnaval! By Federico

Siguiendo con las celebraciones de aniversario, he aquí la escatológica historia enviada bajo amenazas por Federico. Espero la disfruten tanto como yo, es larga, pero sin duda vale la pena:

"Pocas cosas odio tanto como tener que compartir el baño, sobretodo, con gente que no conozco y/o no es de mi entera confianza... no es que sea freak, pero en el baño soy el maître de mon domain. Por ejemplo, en mi sala de baño considero muy ofensivo que los huéspedes entren y pisen con sus zapatos el tapete o que “alguien” deje su repertorio de cabellos en la regadera, en el lavabo, por doquier ¡quoi!

El lector agudo y reflexivo —por supuesto, no entrará nunca a este blog— supondrá que uno de mis mayores predicamentos (y temores) consiste en entrar a baños públicos; en particular, los de mi trabajo son una pesadilla. Específicamente, son dos las situaciones que rebasan mi de por sí estrecho umbral de tolerancia: En primer lugar, no soporto a las personas que acaban de utilizar el baño (y no necesariamente estuvo parado, a menos que haya aplicado la de “aguilita”), salen de su pequeño claustro y dejan la puerta abierta de par en par... Neta, hacer eso no constituye un acto de desprendimiento y generosidad. En serio, que alguien comparta con nosotros ese bouquet, no está haciendo un acto de inconmensurable bondad... al menos no en Occidente.

En mi opinión, lo más humilde y lógico que debemos hacer cuando terminamos nuestro deber —y su acto correlacionado— es: bajar la tapa, accionar la palanca, subirnos los pantalones, fajarnos, subirnos la bragueta (básico), abrir la puerta —con los dedos índice y pulgar—, salir y CERRAR LA PUERTA. Con la finalidad de facilitar la comprensión de lo expuesto previamente, me permito incorporar la siguiente ilustración. ¡La puedes colorear y recortar con tijeras de punta chata! ¡Así podrás reforzar la lección!


En esta época de igualdad de género, te invito lectora querida, a que apliques ese principio también en el baño de mujeres. Quienes conocen del tema saben que no exagero, pero a decir verdad las sensaciones y humores en el baño de mujeres son todavía peores. Alguna vez tuve el infortunio de entrar a un baño de mujeres; ha sido de los peores desengaños que he sufrido y hasta ahora sigo en terapia tratando de superarlo. ¡Caray! Uno como hombre piensa que el baño de “damas” —no es sarcasmo— es lo más cercano al paraíso: que al entrar va a percibir toda clase de perfumes, que habrá pequeños querubines tocando harpas y, sobretodo, que cuando uno abrirá una puerta para tomar papel higiénico debe sonreír y prepararse para “dar el golpe”. ¡Terrible equivocación! Cosas horriblemente traumáticas genera el baño de mujeres.

Todo esto para decir que no soporto a las personas que después de sentarse en el toilette salen del baño como si nada y no cierran la puerta.


Otra de las cosas que más odio en la vida, curiosamente, también ocurre en el baño. Para mi, como para la mayoría de la gente normal ¿?, el cepillado de los dientes siempre ha sido un ritual, un momento de purificación espiritual, de reencuentro conmigo mismo. Entiendo, no obstante, que para una pequeñísima minoría, la idea de que cepillarse los dientes no es un momento sublime sino una formalidad (ese grupo minoritario se concentra, coincidentalmente en el piso de mi oficina). Habría yo de esperar que si un colega me ve cepillarme los dientes—si bien no es empático—comprendiera, al menos, que en ese preciso momento tengo pasta dentrífica (efervescente) y, más visiblemente, un cepillo de dientes adentro de la boca.

Estoy desconcertado pues parece que al cepillarme los dientes me convierto en el portavoz de mi centro de trabajo. Aparentemente nadie comprende mi momentáneo —neta, no toma más de 15 minutos— impedimento para hablar. O de plano, no se si mi forma de cepillado genera mucha tensión o incomodidad o si rompe la armonía del silencio solemnemente sepulcral que debe privar en el baño pero invariablemente, en ese preciso momento, me lanzan una invitación a dialogar. Acaso no sería tan osado si las preguntas o comentarios que me hacen se pudieran responder con un "uhum" o un "upum", con un simple movimiento de cabeza de arriba a abajo o de un lado al otro.

Lamentablemente no es así: "oye, ¿cómo fue que empezó la bronca con los del administrativo?", "¿conoces la fórmula exacta para que determinen nuestro aguinaldo?", "¿cuál es, en tu opinión, la verdadera religión?", “¿cuál de las siete vías de San Agustín para probar la existencia de Dios ayudaría a refutar a Mausán? Justifica tu respuesta...


En ocasiones trato de salpicar a mi interlocutor con la pasta de dientes, otras veces, simplemente, hago ruidos deliberadamente incomprensibles, con la intensión de manifestar que no estoy en la mejor disposición para entablar un diálogo; en otras ocasiones nada más abro los ojos y le doy a entender a mi contraparte que de mi cabeza salen burbujas pero que si se fija bien, dentro de ellas están mis opiniones y respuestas.

Hoy en la mañana, se juntó lo peor de dos mundos. Ya mi horóscopo había hecho la premonición respecto a que mi día comenzaría de una forma aterradora: el oráculo tenía razón. Mientras me cepillaba los dientes, escuchaba pujidos dentro de uno de los baños. Conciente de lo que se avecinaba, “sólo por hoy” —me dije— “no hagas del cepillado de dientes una ceremonia”. “Apúrate, así nomás, en calor”. Así lo hice, sin embargo, fue más rápido que mi cepillo y yo. Casi lo logro. Casi.

De pronto se abre una puerta que se azota violentamente ante la pared. Quedó abierta a quemarropa. Mis piernas empezaron a temblar pero estoicamente procuré relajarme y dar la instrucción de cerrar mis orificios nasales. De pronto, escucho una voz que me resulta familiar, con un saludo que me resulta
familiar y con una figura que me resulta familiar... la de mi jefe. Solos, el y yo en el baño en un mano a mano, como retándome a respirar.

Le llamaría competencia desleal considerando que tengo un cepillo de dientes en la boca y que al mismo tiempo me está pidiendo que justifique partes del informe que entregué ayer. Hablar e inhalar en un ambiente hostil y enrarecido y yo, yo con un cepillo de dientes en la boca... conversando con el patrón.

De hoy en adelante haré lo mismo... no descansaré hasta que esté con mi jefe, lo ponga en la misma situación incómoda, lo vea a los ojos y lo señale con el índice de mi mano derecha, haga mi cabeza hacia atrás y haga JAJAJAJA, JAJAJAJAJA, hasta que finalice agarrando mi barriga con las manos para después perder mi mirada en el infinito."

Gracias Federico!


9 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja!
Gracias Federico!

Anónimo dijo...

Dear Frederico,

This is an awesome, funny & clever story. Please tell how to contact you; my brother Joel and me want to engage you and buy your idea. We're planning a short.

Best regards,
Ethan & Joel Cohen

Anónimo dijo...

Frederic,

Hi! I'm Tom Tykwer. My idea is much more interesting. Eventhough the brothers Cohen are good friends of mine, I think sometimes their films are boring. My proposal is to develop your script with Tristan Carné. Please, let me know if you're interested.

Cheers,
Tom Tykwer

Anónimo dijo...

Just sharing:

During the filmation of The Godfather during the winter of 1971, Mario Puzo, as the writer of the book, proposed a very similar script for the movie:

Micheal was in the restroom brushing his teeth when Tom Hagen left the toillet. The latter start talking to the former. Micheal was disgusted both for the awful odeur as well as for the conversation. He was so pissed of that he just shoot Hagen.

As a matter of fact we record that scene (it will appear in the next Golden Edition, "Behind the Scenes"). Al the set laughted as children.

Take care,
Francis Ford Coppola

PS. Frederico, stay with the Cohen's

Anónimo dijo...

Federico,

Tu idea me parece sumamente original. Lo que nos cuenta Coppola sólo les tocó a los del set y tu no debías saber nada al respecto pues no habías nacido.

Lo interesante de tu argumento es que lo podemos llevar a cualquier comunidad, ya sea de menonitas, de koreanos o sudkoreanos... cualquiera y siempre se mantendrá vigente. Lo que tu mencionas es un valor predominante en Occidente -y a diferencia de lo que mencionas, también es totalmente generalizable en Oriente-.

En mi opinión, con lo que escribiste me bastaría para hacer un largo-largometraje (3 horas de duración) con pocos diálogos y mucho contenido sensorial. Siempre cuidaría la estética. Nos podemos asociar.

Piénsalo,
Carlos Reygadas

Anónimo dijo...

Jajajajajaja. Buen post. Gracias Federico. Saludos desde otra galaxia...

Anónimo dijo...

No inventes! Podemos pensar en otro personaje y cruzar las historias de tres personas que se encuentran en el baño (el Fede, el patrón y otro más) y hacer una peli de cómo sus vidas cambiaron en esa visita al baño. Podríamos dividir la peli en tres partes, según la perspectiva de cada uno de los personajes.

Good stuff, man! Good stuff!

Alejandro González Iñárritu

Trendy dijo...

Estimados cineastas,

Yo creo que todos ustedes, grandes realizadores,galardonados internacionalmente, aclamados por el público y por la crítica, podrian hacer una pelí de cortos tipo "Paris Je t'aime", pero que se llame "Frederic je t'aime bien", y que cada uno haga un pequeña oda de algunos minutosa nuestro querido y entrañable Federico. Obviamente todos ustedes trabajarían bajo mi supervición, pues creo que soy la que mejor conoce a Federico, nuestra inspiración.

Anónimo dijo...

So, amigo Frederico, have you already took a decision? Please, let us know. Money is not a problem.

Ethan & Joel Cohen

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